Muchas veces hemos escrito y leído sobre la riqueza natural y paisajística de Galicia, un territorio de las mil tonalidades de verdes, donde el agua, sea oceánica o de los cientos de ríos que se entretejen en su interior, es su hilo conductor y sinónimo de vida. Esencialmente salvajes en su fauna, flora y forestación, pero excepcionalmente bien conservados, los Parques Naturales de Galicia son posiblemente las perlas más auténticas dentro del arcón de los tesoros turísticos que ofrecen estas tierras del noroeste peninsular.
Seis son estos espacios que además de bosques absolutamente espectaculares, cuentan con un importante legado material e inmaterial en todos los casos, y donde los relatos de leyendas de caballeros, mouras y encantamientos los hacen aún más fantásticos. Es en ellos donde comenzó la vida prehistórica que se puede rastrear en los monumentos megalíticos que los habitan, donde el visitante puede caminar por alguna vía romana o contemplar infinidad de restos arquitectónicos de la cultura castreña; donde conviven monasterios con fortalezas, pero siempre y en todos los casos, rodeado de la mejor armonía posible entre el silencio y el discurrir de algún angosto río que supo ser más profundo.
Y qué mejor que sobrevolar estos Parques Naturales, donde el aire puro parece que brilla, dejando constancia de todo lo que merece conocerse en cada caso, en cada viaje al pasado y al presente.
Parque Natural de Corrubedo
Así, nuestro recorrido se inicia por el Complejo dunar de Corrubedo y las Lagunas de Carregal y Vixán, donde la extensa duna móvil de un kilómetro de largo y más de 250 metros de ancho, la más grande del noroeste peninsular, ha hecho famoso el lugar que, se estima, se formó hace 15.000 años, cuando aparecían los humanos anatómicamente modernos y desaparecían los mamuts. Vale visitar ambas lagunas del parque, bien distintas entre sí, una de agua dulce (Vixán) y otra salada que comunica con el mar (Carregal). Si se pretende conseguir una panorámica singular, hay que subir al mirador de Pedra da Ra y, por supuesto, no dejar de bañarse en su playa.
El Parque Natural de O Invernadoiro es nuestra segunda parada en este recorrido. Situado en el Macizo Central ourensano, es un valle entre los ríos Ribeira Grande y Pequeña y cuenta con picos de más de 1.600 metros de altitud. En él su fauna es uno de los principales atractivos y gracias a que es el único Parque donde no hay población humana, se pueden observar gran cantidad de ciervos, corzos o cabras salvajes. Cuenta con un importante patrimonio etnográfico e industrial de la época de la Papelera Española pero su más valioso haber se halla en el inmaculado silencio que gobierna durante un paseo por la senda del ecosistema fluvial del río Ribeira Grande.
Parque Natural de O Invernadoiro
Las Fragas do Eume o el bosque atlántico de Europa, como se conoce a este Parque Natural, es posiblemente el mejor conservado de todo el continente. Sus más de 9.000 hectáreas, donde gran parte del año reinan las brumas que apenas dejan ver el sol, cobijan uno de los tesoros botánicos más extraordinarios. Presume de tener fama de bosque mágico (probablemente por ser hábitat de serpientes y salamandras, animales míticos) y en él conviven más de 40 especies de mamíferos y una treintena de aves; algunas, las rapaces, fácilmente identificables, como el águila o el halcón. Enclavado en su interior se encuentra un monasterio, el de Caaveiro, restaurado y recuperado para una visita turística, pero siempre sombrío y rodeado de una singularísima variedad de bosques de robles, abedules, castaños, acebos y un sinfín más. Resulta insuperable el contraste cromático que ofrece este parque según la estación en que se visite.
El Parque Natural de Baixa Limia-Serra do Xurés, con sus 39.000 hectáreas, es el más grande de Galicia, lo que agradecen los cientos de senderistas que lo visitan durante la primavera y verano a través de alguno de sus once recorridos diferentes, donde buscan fotografiarse con alguna “piedra cabaleira” de origen glaciar. Integra le Reserva de la Biosfera Transfronteriza Gerés-Xurés. Conformado orográficamente por un conjunto de sierras con alturas superiores a los 1.000 metros, no es de extrañar que se pueda visualizar fácilmente el águila real o cualquiera de las casi 150 especies de aves que conviven en él. Corzos, ciervos, caballos salvajes y vacas cachenas (origen de una carne gourmet) también suelen pastar por aquí. Asimismo, son reconocibles en el territorio del Parque situado en Lobios alguno de los miliarios de la Vía Nova romana que unía los 300 kilómetros entre Braga y Astorga.
Parque Natural de Baixa Limia-Serra do Xurés
Siguiendo hacia el sur, se encuentra el Monte Aloia, limitando con la Serra do Galiñeiro y desde el cual, en su mayor altitud (el alto de San Xiao, de 631 metros), se obtiene una panorámica espectacular con los valles de los ríos Louro y Miño. En este Parque Nacional se encuentran los restos arqueológicos de la Muralla Ciclópea, una singular estructura arquitectónica defensiva que algunos datan de la época griega y otros de la castreña, romana e incluso de origen suevo. Más del 80% de superficie del Parque está arbolada, donde priman el abeto, el ciprés, la acacia negra y pequeños bosques de robles; aunque su atractivo principal se encuentra en las más de una docena de serpientes que lo habitan, que resultan bocados exquisitos para los gavilanes y halcones que lo sobrevuelan.
Entre los valles del río Sil, en la provincia de Ourense, se localiza el Parque Natural da Serra da Enciña da Lastra, llamado así porque la historia habla de una encina casi gigante que servía de guía a los viajeros que pasaban por aquí en otros tiempos. Si fue cierto, no podemos corroborarlo, pero sí se encuentra en las cercanías del cementerio de Covas una singular encina reconocida como centenaria. En él la flora es uno de sus atractivos fundamentales, pudiéndose localizar más de 25 especies de orquídeas. Asimismo, predominan variedades aromáticas como el tomillo o el orégano. El Parque dispone de nueve miradores, cada cual con mejores panorámicas; y antes de marcharse merecen visitarse algunas de las aldeas que se hallan en sus dominios, como las de O Robledo, Porto, O Real o Covas.
Llegamos al final del recorrido. Nos falta espacio para relatar las infinitas leyendas y mitos que también habitan en estos Parques Naturales, cada uno con su ecosistema, con su patrimonio material e inmaterial, con su fauna, flora y sus bosques; pero todos, divinos tesoros turísticos de una Galicia bendecida por su naturaleza que, ahora, sabemos preservar.