La RAE define “fonda” como un “establecimiento público, de categoría inferior a la del hotel, o de tipo más antiguo, donde se da hospedaje y se sirven comidas”. Categorías aparte, eso es La Fonda, un establecimiento recientemente abierto en Pontevedra que da hospedaje y da de comer, sin mayores pretensiones y con una gran dosis de realismo. Porque la prudencia es la que guía a su propietario, Óscar Sorey, que no ha querido exprimir aún todas las posibilidades del negocio para sentar bien sus bases: las del equipo y las de la oferta de alojamiento y de restauración. En la planta superior, tres habitaciones -con posibilidad de añadir una cama supletoria- que destacan por su luminosidad y su funcionalidad, donde predomina la madera y los colores claros para crear un ambiente muy acogedor. En la planta baja, el restaurante (con una pequeña zona de bar y terraza exterior) desarrolla una cocina con base en la tradición –donde no faltan el pulpo á feira o las almejas a la marinera– pero con guiños a otras cocinas, como un brioche de cacheira, unos tacos de pulled pork o un canelón de rabo de toro. “La idea es que lo que hagamos, esté bien hecho y que nuestra oferta se adapte a nuestra clientela, básicamente público local”, reconoce Sorey. La oferta de vinos es realista como todo el proyecto, con predominancia para las etiquetas gallegas e incorporaciones de otras zonas como Somontano. Por cierto, el restaurante viste sus paredes con obras de arte que están a la venta y que irán cambiando cada cierto tiempo, en colaboración con el artista Germán Pintos.