Santiaguesa de nacimiento, coruñesa de adopción, Yolanda Castaño es una de las más prolíficas poetas gallegas. Editó su primera obra con solo 17 años (‘Elevar as pálpebras’) y desde entonces se ha hecho un más que merecido hueco en las letras gallegas contemporáneas. Una carrera de fondo que ha dado sus frutos ya que ha sido galardonada con el Premio Nacional de Poesía 2023 por su obra ‘Materia’. Al margen de la lírica, Castaño también sobresale por su faceta televisiva, concretamente por participar como jurado en el concurso ‘Cifras e Letras’ (TVG). Pero esta santiaguesa se asoma a La Alacena Roja por su irremediable pasión por viajar y conocer nuevas culturas. “Soy una viajera empedernida y una absoluta fan de la gastronomía al mismo tiempo”, reconoce.
¿Cuál es el primer viaje que hiciste por tu cuenta?
Mi pasión por viajar empezó siendo tan joven que todavía no tenía dinero. Por aquel entonces y teniendo buenas notas, me las ingeniaba para conseguir becas que me permitiesen realizar intercambios o estudiar cursos de verano para aprender algún idioma y de paso descubrir nuevas culturas. Con 16 años descubrí Praga y el flechazo fue inmediato. Luego vinieron el Benelux, Londres y Escandinavia. En cuanto se acabó lo de las becas, Islandia y Nueva York. Siempre viajaba sola, pero conocía un montón de lugares, personas y experiencias.
¿Qué es lo primero que compruebas cuando entras en la habitación de un hotel?
Las vistas. Y luego, si el cuarto de baño es práctico y con espacio.
¿Cuál es tu viaje soñado?
Tahití y la Polinesia Francesa. En otro plan muy distinto, la Antártida también ejerce cierto interés para mí.
Si te perdiesen la maleta, ¿qué es lo que más echarías de menos?
Las prendas de ropa y complementos que me he traído como recuerdo de otros viajes. La verdad es que me la han perdido infinidad de veces, pero felizmente siempre acabó apareciendo.
¿Cuál es el souvenir más insólito que compraste alguna vez?
Una muñeca en burka de Jordania, un bolso merchandising del Ejército Zapatista de Liberación Nacional de Chiapas o infusiones de coca de Perú.
¿Con qué personaje darías la vuelta al mundo en 80 días?
Soy poco mitómana… Así que diría que con alguno que tuviese una energía a prueba de bombas, una ilusión y capacidad de sorpresa dignas de un niño, una adaptación y espíritu de aventura incuestionables.
Tu peor recuerdo de un viaje es…
Cuando me robaron una mochila siendo jovencita (una para aprender y… nunca más!) y cuando perdí una tarjeta de memoria fotográfica con los recuerdos de buena parte del viaje.
¿Qué es lo más extraño que has comido en un viaje?
Conejillo de indias en Perú, cuervo en Lituania, sapo en China o saltamontes en México.
¿Cuál es tu trago preferido y el mejor momento para tomarlo?
No bebo nada de alcohol (algo que, por ahí, me suele restar bastante crédito como poeta…). Suelo ser bastante infiel con las bebidas: me puede gustar una horchata fresquita un mediodía primaveral en Valencia, un batido de zumos tropicales a media tarde en plena Latinoamérica, un bitter en una terraza gallega cuando el sol se pone.
¿Qué menú hubieses puesto en la Última Cena?
Pues supongo que hummus, falafel y pan de pita, que sería lo propio por aquella zona! Yo por mí, de mil amores hubiera puesto percebes, berberechos, tortilla de patata, pan con tomate, jamón serrano y pimientos de Padrón; pero casi mejor comer cosas conocidas, con la que se les venía encima…!
Confiésanos… ¿cuál es tu vicio gastronómico?
Coleccionar experiencias en restaurantes Michelin de Galicia y hacerme la ruta de los del Grupo Nove.
Cuando tienes invitados en casa ¿con qué plato triunfas?
Triunfar, triunfo más bien poco… Pero pertenezco a la “secta” de la Thermomix, que me saca de un apuro con gracia y precisión. Ella es mi fiel aliada a la hora de servir unos mejillones en salsa, un bacalao en salsa verde, una lasaña de carne y, de postre, yemas o alguna tarta.