Romanticismo, desde el momento en que a alguien se le ocurra cantar notas discordantes le acompañará este alcume. Hasta todo un MW puede caer, a falta de otros argumentos que se le supondrían, en ese recurso tan fácil y primario, expuesto con argumentos ‘tipo Wikipedia’ para, con calzador y cayendo en el simplismo más básico, intentar aplicárselo y adaptarlo a los que, como él -y antes que él, otros-, sintieron su sistema violado. Técnicos, sommeliers acomplejados, funcionarios y ahora masteres of wine.
Sí, la substancia del vino es la Emoción. No aprendimos todo a través de ella y eso fue, en su tiempo, un error. La neurociencia nos dice que el cerebro solo aprende si hay emoción, es decir, que el aprendizaje se basa en la Emoción. Aprendemos aquello que nos emociona; pues, entonces, hemos decidido no perder más el tiempo con todos esos discursos plagados de parámetros para la corrección, de intereses creados, de la parafernalia de unos personajes que sentimos ajenos. Nuestra patria del vino es otra.
Sí, la verdad que nos alimenta es la Emoción. Tiene usted razón, maestro del vino.
También nos hidratamos cuando tenemos sed -algo instintivo- con esos vinos poco graduados, con esas acideces desequilibradas, para esos tragos herejes, rebeldes, desencorsetados, selvagens. La mayoría del vino real, tecnológico, científico, eficiente, racional… carece de alegría, es predecible, es uniforme y, por ello, acaba saturando, aburriendo, destruyendo el estímulo del placer.
Sí, sentimos y nos emocionamos… Pero también aramos como culturistas de vides, perdiendo tiempo y dinero para ser más respetuosos con la naturaleza, viviendo anclados a la tierra, a sol y sombra, a frío y calor… Se equivoca, Lord master of wine, esto no es labor para románticos, es un trabajo de guerreros, de obreros artesanos, de eremitas, de indígenas de la viña, con sensibilidad pero adaptados y curtidos por su ecosistema.
Los que apellida ‘románticos’ fueron los artífices, los forjadores, los que establecieron un rumbo para ir abriendo caminos y mercados, esos mercados que los estaban esperando; a ellos no, a los otros. Y detrás de ellos se colaron, imitando, los otros. De hecho, todos los pasos que se están dando siguen la dirección que ellos habían señalado. Lo que alimenta la mente de los otros bebe de los depósitos presentes y pasados que ellos elaboraron. Sí, son visionarios, y a dios gracias.
Somos fieles devotos de estos viticultores y de otros muchos más desconocidos, porque ellos son el baluarte de la vida viva en muchas comarcas, el bastión de la vid donde, si no, hubiera desaparecido. Porque en un año complicado, arduo, jodido como éste, diseñado para entorpecer el ciclo vegetativo de la vid, es justo que tomemos conciencia de forma concluyente de la importante y decisiva dimensión del viticultor. Llegó el tiempo de entonar loas de respeto y admiración y de poner al viticólogo en el lugar que le corresponde. Reconozcamos y agradezcamos su posición de vanguardia, a ras de trinchera, al pie del cañón, sobre terreno minado por el cambio climático, cercados por la maquinaria de los productos fitosanitarios. Ausentes de los ‘mass media’, papel que ocupan otros estamentos profesionales del vino. Grazas mestres!!
Antonio Portela