A nadie se le escapa que Galicia se ha transformado en una gran despensa agroalimentaria que no sólo provee de excelentes productos a España sino también a una gran cantidad de destinos diferentes, muchos de ellos en otros continentes fuera del europeo. Pero a veces tanta alegría exportadora se tuerce ante una gran cantidad de normativas, certificaciones, etiquetados, formatos, etc., que se exigen a los productos “viajeros”; detalles que parecen nimios (una vez que el contrato comercial está rubricado por ambas partes) pero que generalmente dan más de un dolor de cabeza, a veces hasta modificar íntegramente su contenido o continente original.
Para conocer algo más de este viaje en el que se embarcan las empresas gallegas una vez que tienen la proa exportadora enfilada hacia un país determinado hemos visitado a seis de ellas que apuestan por expandirse abriendo su comercialización al exterior.
Jorge Pallarés, responsable de marketing de Martín Códax, explica la obligación de realizar los registros sanitarios previos y conocer la regulación existente en materia de etiquetado en cada país porque “son precisamente esos trámites los que demoran, y mucho, una operación cerrada hace tiempo”. Esas particularidades de cada país hacen que muchas veces se deban realizar nuevos troqueles y adaptar los elementos gráficos de la etiqueta para que se vea la imagen del producto. En este sentido, aclara que los países donde el consumo del vino es secundario es donde suelen encontrarse las mayores trabas. “Por otra parte –continúa Pallarés– hay peculiaridades como en el Reino Unido, donde nuestro albariño lo comercializamos en formato screw cap”, o lo que es lo mismo, tapón de rosca. Pero hay otras particularidades que van más allá del mero producto en venta. “En Japón, a la hora de presentar una tarjeta de visita de una empresa debe hacerse con las dos manos y al despedirse de una persona nunca se le debe dar la espalda”, expresa el director de marketing de la bodega de Cambados.
Para no perder el hilo y hablando de Japón, María Posada, gerente de Posada Marrón Glacé SL, comenta que un 40% de su facturación total de castaña confitada y glaseada corresponde a aquel país del Lejano Oriente. Esta firma comenzó la andadura exportadora en 1947 de la mano del pionero José Posada Torres que encontró en Brasil un destino preferente para la comercialización de castañas en fresco. Hoy en día, el 60% de la producción de la empresa (marrón glacé, turrón y caramelos de castaña, puré de castañas, castañas en almíbar, etc.) va para exportación. “Una de las claves para exportar es ofrecer productos diferenciados en calidad y transformarlos de manera artesanal”, asegura María Posada, que no duda al afirmar que la empresa nació con vocación exportadora, lo que explica su presencia en las principales ferias alimentarias. Reconoce también que en la larga historia de la compañía se han realizado importantes transformaciones para poder exportar; las más importantes, las que se refieren a la presentación y envases de los productos y a las rigurosas normativas de seguridad que exigen los diferentes países. Tras 50 años de trabajo con el mercado japonés, la gerente afirma que el secreto de tantos años exportando a este país –que no es tarea fácil– se debe a la capacidad de adaptación constante a los estándares de calidad que marca el cambiante mercado nipón. En cuanto al formato y envasado, le demandan producto en lata esterilizada y con abre fácil “aunque los hay que quieren diferenciarse del resto como las tiendas gourmet –explica– que prefieren nuestros productos en frasco, pues tiene un punto más elegante que la lata”, finaliza.
Airas Moniz, la prestigiosa láctea elaboradora de quesos multipremiados, es otra firma que decidió hace años salir al exterior. Canadá, Reino Unido, República Checa, Bélgica, Holanda y Francia son algunos de los destinos de sus productos. Xesús Mazaira, uno de los socios de la empresa, apunta que “el único requisito que nos piden en todos estos países es que el etiquetado nutricional esté en inglés, excepto en Canadá que también exige que sea en francés”. También explica que el destino de los dos productos principales de la quesería –Terra y su famoso Savel– depende sólo y exclusivamente del gusto de los consumidores del país que compra. “En Canadá prefieren Terra, que es el más cremoso; mientras que el Savel nos lo piden en Reino Unido, Bélgica y Holanda, preferentemente”, reconoce Mazaira.
Otro gran exportador es la conservera Los Peperetes, con más de 50 referencias. Jesús Lorenzo, director general, explica que “tenemos un packaging principal en inglés y español que utilizamos para la mayoría de los países, aunque en muchos de ellos les interesa que se identifique bien que se trata de un producto español, es decir, que no todo figure en inglés”, asegura. Afirma que cada destino tiene sus normas específicas en materia de ingredientes y valores nutricionales, y en lo referente al etiquetado, aunque fuera de Europa es donde encuentran más problemas (caso de mercados emergentes para la firma como México o Perú), EE.UU. es el país más exigente en su normativa, “a la que hay que adaptarse o no vendes”, razona el empresario. “Nos exigen que indiquemos todos los componentes del producto y te controlan el tamaño de la letra y de los números; o sea que, si tienes un packaging pequeño, se hace muy complicado incluir todo”, enfatiza el director general. En Estados Unidos, Peperetes tiene una colaboración con el chef José Andrés y unas latas diferenciales que van en estuche de cartón “y ahí cabe todo mejor”. Lorenzo detalla que “en cuanto a productos, el mercado asiático los prefiere con salsas más elaboradas, como los mejillones a la gallega, mientras que en la UE nos demandan más conservas de pescado azul”, expresa Lorenzo, que agradece el asesoramiento en cuanto a la legislación de cada país que le brinda Anfaco (Asociación Nacional de Fabricantes de Conservas de Pescados y Mariscos).
Oscar Teijeiro, que dirige la empresa sarriana de embutidos cárnicos del mismo nombre, despacha importantes cantidades de chorizo, salchichón, lomo y jamón, curados y envasados al vacío, a Austria, Francia, Alemania y Portugal. Afirma que en materia de etiquetado no suelen tener inconveniente puesto que la legislación en esos países es similar a la de España; cosa diferente es el Reino Unido donde, debido al Brexit, se ven obligados a presentar un certificado de exportación distinto al resto de países. También destaca como importante que “en toda Europa sí que exigen unos parámetros sanitarios muy detallados para nuestros productos, así como una etiqueta “limpia”, es decir, con datos de todos los ingredientes del producto y que exprese nítidamente que no contiene conservantes ni aditivos”, finaliza el empresario lucense.
La ourensana Aceites Abril es otra empresa que a través de ésta u otras marcas propias que elabora para el exterior exporta a una gran cantidad de países, muchos de ellos con la propia marca que le solicita el distribuidor o comercializador del país importador. En cuanto a formatos y cantidades, EE.UU. demanda lo que se denomina un galón, o lo que es lo mismo, un envase con algo más de 4,5 litros; en tanto que, en varios países de Latinoamérica, los formatos son generalmente de 800 ml y en otros del mercado árabe piden latas de 4 litros que fabrican específicamente para ellos. Con el fin de ingresar en el mercado israelí, los aceites de Abril que se comercializan para exportación cuentan con la certificación kosher, es decir, que son aptos para el consumo de acuerdo a los preceptos de la religión judía; mientras que para la entrada del aceite en China éste debe presentar un registro sanitario específico. Pero lo más sorprendente es la normativa que regula el etiquetado de los alimentos que entran en determinados países del continente africano y sudeste asiático donde debe constar la aportación nutricional de Vitamina A, muy valorada por la desnutrición y otras enfermedades infecciosas muy comunes en estas regiones.
Nuestro último entrevistado, José Ramón Núñez, director de marketing de Congalsa, la empresa de alimentación situada en A Pobra do Caramiñal, reconoce que la compañía siempre ha tenido vocación internacional, contando actualmente con un mercado en torno al medio centenar de países donde exportan sus productos de quinta gama. A nivel de etiquetado, aunque en Europa rige la normativa comunitaria, afirma que es fácil encontrarse con disparidades a la hora de interpretar la regulación, lo que implica la producción ad hoc de packaging en función del mercado. Lo mismo sucede con los países latinoamericanos, donde el rotulado nutricional frontal es obligatorio, como sucede en Chile y Uruguay. En cuanto al diseño, las preferencias también varían en función del destino: los países árabes, por ejemplo, manifiestan su preferencia por los diseños recargados y coloridos, siendo además un atributo de calidad y valor añadido. Frente a esta tendencia, en Europa se impone un estilo limpio y minimalista. Pero lo que enfatiza el responsable de marketing es que “la marca España es un activo que juega un papel importante a la hora de exportar productos alimentarios”, y en este sentido detalla que en países del Este valoran los productos etiquetados en español por encima de los que solo incluyen textos en su idioma.