Porque estar al día nunca fue tan fácil

El arte de generar ruido consiste en la capacidad de duplicarlo para aturdir al oyente, que lo repite. Esta historia sucede en un lugar lleno de ruido, donde la bronca sustituye a la palabra e impide el diálogo. Mientras brilla el insulto y unos acusan a otros, el pueblo reproduce el griterío con crispación. A río revuelto, ganancia de pescadores; así que, viento en popa, los poderes económicos aprovechan la ocasión para adulterar el principio de libertad de precios y saquear a los ciudadanos con la industria de la especulación.

Todo comienza por los combustibles fósiles, las grandes productoras, lejos de adaptarse al periodo marcado por la transición energética, intuyen el final y buscan más beneficios. El pueblo está aturdido, arropadas por la incertidumbre cualquier motivo sirve para inflar los precios; petróleo, gas y derivados suben con la velocidad de un cohete y las empresas triplican beneficios. Entre el fervor, los consejeros se abrazan y reparten dividendos. Les siguen las eléctricas, con un chisquero prenden fuego a la luz y los recibos suben desorbitados, de nuevo, cual cohetes. En tanto, los consejeros exhiben sus carcajadas por aquellos que no huyeron a tiempo de la tarifa regulada.

El resto viene solo y en forma de consecuencias: el precio de la energía encarece la producción de bienes y servicios, los gastos del transporte se vuelven insoportables, la inflación se desboca y suben hasta las cañas. La alarma llega a los poderes públicos. ¿Acuerdos?, imposible; el ruido no cesa. Cada gobierno adopta sus medidas: intervención de precios, ayudas directas y bajadas de impuestos. Sin embargo, los precios no caen, los cohetes son ahora plumas y vuelan, suspendidas en el aire, a merced de los vientos. Aunque las medidas de contención bajan levemente los precios, las ayudas directas los vuelven a subir y las bajadas de impuestos apenas les afectan.

Todos reconocemos este escenario pero, el ruido, ¿reconocen el ruido? En los informativos, en el trabajo, en las conversaciones, ¿aprecian la crispación y sus ofensas? ¿observan el recelo hacia la diferencia, los prejuicios hacia otras culturas y el desprecio a la ciencia? ¿intuyen la violencia?

Cambiemos el rol de individuos crispados, lejos de forofos y verdades absolutas, por el de vecinos de una misma comunidad. Actuemos como pueblo y admitamos al prójimo sin la distorsión del ruido. La tolerancia cose heridas a través del respeto, es un instrumento básico de convivencia en una sociedad plural que permite valorar a los demás más allá de ideologías. El ruido nos aturde por su ausencia. Desde la tolerancia y con diálogo brotarán los acuerdos, solo con ellos haremos frente a la fábula del cohete y la pluma.

 

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