Porque estar al día nunca fue tan fácil

Les presento al Estado autonómico. Creado por la Constitución de 1978 ante al eterno problema de la organización territorial de las Españas, descansa sobre dos pilares, unidad y autonomía, y proclama la solidaridad como instrumento para lograr un “equilibrio adecuado y justo entre las diversas partes de su territorio”. A grandes rasgos, el modelo se caracteriza por una continua descentralización de las competencias estatales hacia entes territoriales menores, dotados de autonomía política y financiera: municipios, provincias y comunidades autónomas. La fórmula resultó un éxito y configuró un Estado plural dotado de un formidable patrimonio cultural, gastronómico y natural que nos llevó, en los años 2018 y 2019, al segundo puesto en el ranking del turismo internacional, con más 80 millones de visitantes.

Sin embargo, tras declararse el segundo Estado de alarma, con una incidencia acumulada muy superior a los 250 casos por 100.000 habitantes en la mayor parte de su territorio (riesgo extremo, según la OMS), el Estado de las autonomías desplegó una cualidad inédita hasta entonces, la asimetría de sus medidas frente a un problema común, el SARS-CoV-2 y la emergencia sanitaria. En este marco, a excepción de los ERTES y el calendario de vacunación, solo alterado por farmacéuticas sin escrúpulos y algunos sinvergüenzas, la asimetría se hizo patente entre territorios. Así, por ejemplo, mientras unas comunidades clamaban por reducir el toque de queda a las doce de la noche, otras exigían su ampliación hasta las seis de la tarde; mientras unos ciudadanos disfrutaban de las cafeterías y restaurantes de sus ciudades, otros hacían colas bajo la lluvia para recoger un café caliente servido en vasos de plástico; mientras los residentes de algunas comunidades ejercían el derecho a la libre circulación por su territorio, otros se encontraban perimetrados en torno a uno o dos municipios durante meses; y mientras unos se desplazaban a practicar esquí a una estación de invierno, otros solo podían subirse a la bicicleta elíptica en el salón de sus casas.

Con el tiempo, la asimetría llegó al poder judicial; los tribunales superiores de justicia, creados para culminar la organización judicial en las comunidades autónomas, se sumaron al desconcierto y dictaron resoluciones diferentes ante las demandas de oxígeno de las asociaciones de hosteleros. Y, para terminar, el delirio, ciudadanos contagiados por la Covid19 salían a votar en pleno tsunami vírico, mientras que el resto de enfermos guardaban un férreo y disciplinado aislamiento en habitaciones, con la ayuda de familiares, vecinos o empleados públicos.

No seré yo quien juzgue las políticas de nuestros gobernantes, pero permítanme observar con perplejidad esta singular obra de cubismo político. A lo largo del camino, solo acierto a ver una certeza: el abandono de una parte del sector hostelero en la más absoluta ruina; con ellos, proveedores, productores y miles de familias sin ingresos en aras del bien común. ¿No creen que debemos rescatarlos? ¿Acaso no han salvado miles de vidas gracias a su extraordinario sacrificio?

La situación en Galicia es para llorar. A la imposibilidad de prestar el servicio en terrazas, por un invierno repleto de agua y viento, súmenle la suspensión del Entroido, que extendió esta plaga a las familias propietarias de alojamientos y restaurantes en Xinzo, Verín, Laza, Viana do Bolo, Maceda y tantos otros municipios. Y qué me dicen de las agencias de viaje, empresas dedicadas a la organización de viajes combinados y paquetes turísticos, que han sufrido la mayor caída del turismo internacional en el año 2020, el peor de la historia del turismo según la OMT. Y ahora llega la (no) Semana Santa, una verdadera calamidad.

Bienvenidos sean créditos públicos y ayudas para paliar los gastos de la pandemia de aquellos que pudieron trabajar desde el 25 de octubre de 2020, pero, ¿resulta útil otorgar un crédito a cuatro, seis u ocho años vista, o una subvención para renovar la infraestructura de un establecimiento, a empresas que no han podido trabajar durante todo este tiempo? Si la imposición de medidas restrictivas fue asimétrica, ¿por qué no se articula también un auxilio público asimétrico? Avales, créditos y subvenciones para unos y ayudas directas para otros.

Gobiernos y administraciones públicas deben estar a la altura de las circunstancias y llegar a acuerdos que hagan efectiva la solidaridad, mediante un fondo de cooperación que rescate a las familias más castigadas por esta crisis; como dicen en el argot jurídico, es de justicia.

Así sucede en Portugal, Francia, Italia, Alemania y otros países de nuestro entorno. Y es que, cuando un Estado abandona a su pueblo crecen otros índices, como la pobreza y la desigualdad, y el vínculo con las instituciones democráticas se resquebraja dando pie a un caldo de cultivo para otro virus no menos agresivo, el populismo. ¿Les suena una bandada de orcos asaltando el Capitolio el día de Reyes? No, no era una película y el guion tampoco es nuevo. Ocurrió hace casi un siglo, tras el crack del 29, y las consecuencias fueron nefastas para todos; eso sí, previo disfrute de los felices años 20. La historia se repite, dicen algunos. No lo permitamos.

Joaquín San Martín Zamácola

 

 

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