“Chove pra que eu soñe” escribe el poeta Uxío Novoneyra en ‘Os Eidos’ mientras describe “paños blancos deshilachados de la niebla / vagando por los valles / por los sotos / y dehesas amarillas / en busca de un hondón / o de un vallecillo alto / que los acoja / y haga sosegar” (‘Os Eidos, el libro del Courel’, Ed. Árdora, bilingüe).
La vista desde el lugar que habito ahora, a metros de la orilla sur de la ría de Vigo a la altura de Chapela, Concello de Redondela, entre clubes de remo, puertos deportivos, restaurantes que se precian, bares de taza de vino casero y sardinas asadas, furanchos, conserveras que hieden, astilleros que funcionan, mariscadores furtivos y veraneantes con mascarilla a tono con su indumentaria, es esa. Pasa el tren.
Hace una semana una niebla densa y blanca que a veces se vuelve negra se posó sobre la ría y quedó enganchada a la península del Morrazo, deshilachándose justamente entre sus vallecitos sin llegar a deshacerse. De a ratos se desploma lloviendo sereno apenas de lado con intensidad cambiante. Las viñas de la arena, las viñas del Morrazo, las de las Rías Baixas, agradecen esta lluvia que se hacía desear desde hace dos meses. Ahora además el viento las ventila.
El agua de la ría se mimetiza con el cielo plúmbea. Las bateas donde se crían mejillones me parecen un reloj parado. Tan quietas, tan negras, inquietantes fierros con los que lo marino parece defenderse de la amenaza de la nube que baja y baja por su peso hasta lloverse encima.
Hoy las mariscadoras de la cofradía aparecieron en la orilla de la playa de Arealonga. Enfundadas en mamelucos de goma que incluyen las botas, una canasta de hierro con un asa protegida por una goma y un rastrillo de mango largo; agachadas durante horas en posiciones que supongo les destrozan las espaldas. Tienen los cuerpos curtidos entrados en carnes fuertes. Rostros plagados de pliegues bien marcados, tez abrasada por el sol y la sal, las manos gruesas. Son la foto que veremos en la prensa mañana. Parece que fueran seres acuáticos que salen a mariscar, le venden el marisco al hombre que les pesa la captura junto a una furgoneta y les paga y se adentran en el agua de nuevo. Para mariscar dependen de las mareas. Su vida depende de la Luna.
Todo es parte del todo como dice el gran maestro zen Thich Nhat Hanh en un poema tan precioso que se llama, en inglés, Interbeing… “Si eres poeta, verás claramente que hay una nube flotando en esta hoja de papel. Sin la nube, no habría lluvia; sin lluvia, los árboles no podrían crecer; y sin árboles, no podemos hacer papel…”
Si eres viñador, verás claramente que hay una nube flotando en el vino que haces. Sin la nube, no habría lluvia; sin lluvia, no crecerían las viñas; y sin viñas, no podrías hacer vino.
Tal vez el plan maestro eligió Galicia como el lugar del agua sagrada; el lugar por donde se llueven esas nubes enganchadas en los vallecillos de las Rías Baixas y del Ribeiro, del norte más frío de Betanzos y el sur más cálido de Crecente; y deberíamos dar gracias a la nube y la lluvia y el viento bailándoles a ritmo de gaitas, zanfonas, panderos y panderetas.
Miro por mi ventana y sueño despierta que Soy la ría…
Malena Fabregat