La iniciativa está dirigida a los más jóvenes, pero es un aprendizaje para cualquiera de nosotros. “Biomisión: do banco á mesa” es un proyecto que promueve la Misión Biológica de Galicia para dar a conocer sus bancos de semillas, que atesoran la riqueza del campo gallego y sus variedades autóctonas y las protegen de su desaparición. La iniciativa se articula en torno a una página web, perfiles en redes sociales y vídeos, entre otras acciones, con la implicación necesaria de las otras patas que sostienen el proceso: la formación, representada por el CIFP Carlos Oroza; la producción, de la mano de El Calabacín Rojo; y la transformación y consumo, con un embajador de auténtico lujo como es el restaurante 2 estrellas Michelin Culler de Pau. Porque si no se investiga pero, sobre todo, si no se produce y no se consume, la riqueza y la diversidad del campo gallego se perderá.
Contra ese futuro no deseado lucha este proyecto colaborativo que, de base, intenta enseñar a los más jóvenes de dónde proceden los alimentos, qué características tienen las variedades autóctonas (frente a la uniformidad de cultivos que promueve la producción a nivel industrial) y qué importancia social, cultural y económica tienen en el territorio. La iniciativa gira en torno a los bancos de germoplasma de maíz, leguminosas y brássicas de la Misión Biológica, y actualmente se trabaja en unas 30 variedades susceptibles de llegar a los circuitos comerciales; aunque para ello es necesario que productores como El Calabacín Rojo apuesten por ellas, que institutos como el Carlos Oroza las divulguen entre los futuros profesionales y que restaurantes como Culler de Pau las pongan en valor en sus elaboraciones. “Estamos emocionados de formar parte de este proyecto colaborativo, que tiene un claro compromiso pero que, sobre todo, debe tener una utilidad”, señala el chef Javier Olleros. Al respecto, Pedro Peón Torres, promotor de la iniciativa, incide en que la Misión Biológica está abierta a que cualquier productor gallego que lo desee acceda a todo el conocimiento que allí se atesora. “Nuestro fin no es la producción, pero no queremos ser solo un archivo sino una biblioteca donde la gente venga a consultarnos y a buscar información”. De hecho, el trabajo se estructura de forma que la Misión Biológica cede semillas a los agricultores y éstos experimentan con ellas para sacarles todo su rendimiento. “Es un aprendizaje mutuo”, apostilla el investigador.
Javier Olleros, además de reclamar más ayudas para la investigación, pide una mirada urgente y real hacia el medio rural. “El campo es muy duro y no avanzamos tanto como pueda parecer a tenor de determinados discursos. Es necesario que se invierta y se dote de recursos y de instrumentos a la gente que está trabajando el campo, porque son los garantes de nuestra biodiversidad. Hay que pasar a la acción”, concluye.
En ese sentido, Antonio Cavada, de El Calabacín Rojo, incide en la importancia de este tipo de iniciativas que dan visibilidad a una labor diaria dura y, a veces, mal recompensada. “Para nosotros que, humildemente, representamos el minifundio, es fundamental apostar por las variedades autóctonas, aunque sean menos productivas y los costes sean más elevados. Con el tesoro que tenemos en Galicia –finaliza– estos proyectos son muy importantes para darle la visibilidad y el reconocimiento que merece”.