Desde el año 2020 cerca de 100 empresas gallegas ya responden a un origen artesano (de naturaleza intrínseca gallega) y de calidad, dos valores que actualmente comienza a reconocer el consumidor en el etiquetado: Artesanía Alimentaria; un sello que creó la Xunta de Galicia y que está desarrollando y expandiendo la Agencia Gallega de Calidad Alimentaria -Agacal-, dependiente de la Consellería do Medio Rural. Además, Artesanía Alimentaria cuenta con una web en la que se pueden consultar los operadores adheridos a este distintivo.
Varios son los objetivos que encierra este sello de calidad: en primer lugar, diferenciarse de las producciones industriales poniendo el foco en las elaboraciones de productos artesanos tradicionales, otra característica esencial gallega. Además, se ha conseguido estructurar un sector desordenado donde era común ver etiquetajes engañosos en los productos y, fundamentalmente, proteger la profesión del buen hacer artesanal, defendiendo, conservando y preservando las elaboraciones de los productos artesanos tradicionales. Condiciones, todas, en concordancia con los requisitos que establece la Unión Europea.
Pero para que hoy el consumidor pueda disfrutar de un producto alimentario de calidad diferenciada, hay detrás un arduo trabajo de segmentación de normas técnicas específicas aprobadas para las distintas elaboraciones de productos a las cuales debe encuadrarse cada artesano según el producto que elabore. Y aunque actualmente cada vez son más las empresas y operadores que pretenden integrarse en este sello de garantía, hoy la identificación Artesanía Alimentaria está conformada por 16 normas técnicas que amparan otros tantos sectores de la producción artesanal. Se corresponden con los derivados lácteos; los cárnicos; de la pesca, acuicultura y marisqueo; a la elaboración de vinos y productos vitivinícolas; a la elaboración de licores, aguardientes y otras bebidas espirituosas y a la elaboración de sidra y vinagre de sidra o de cerveza.
La elaboración de conservas vegetales, zumos y mermeladas y otros productos transformados de origen vegetal; la manipulación y elaboración de miel, productos apícolas y otros preparados con miel; la elaboración de productos de panadería, confitería y pastelería y de pastas alimenticias son también otras producciones que contempla y regula la normativa de Artesanía Alimentaria que también reglamenta la elaboración de harinas; de chocolate y derivados del cacao; la manipulación de productos vegetales para infusión de uso alimentario y como condimento; y la elaboración de aceite de oliva y de conservas y derivados de la cría racional en cautiverio con fines comerciales del caracol común.
Es importante también tener en cuenta que la marca Artesanía Alimentaria, además de originarse para la conservación de la tradición alimentaria, es una herramienta significativa para la protección del producto artesano frente a la estandarización de las modernas técnicas de producción. Así, la normativa de este sello pone énfasis en la producción de materias primas de calidad y en preservar una estructura productiva tradicional, sea en el rural o litoral, resguardando de esta manera una forma de vida y culturas ancestrales. Un desarrollo que además busca proteger las pequeñas producciones tradicionales, fija población en el rural e incrementa el valor de las producciones locales.
Conviene destacar especialmente que este nuevo sello identificativo tiene su razón de ser en la propia idiosincrasia gallega donde los productos alimentarios de calidad forman parte de la cultura popular y por tanto muy valorados por el consumidor, de manera que estos productos identificados acrecientan la riqueza cultural de Galicia.
Finalmente, conviene resaltar que el incremento de más operadores facilita el desarrollo de una economía social de comercialización, favoreciendo el contacto directo entre productores y consumidores.
