Desde la falsa normalidad de un otoño teñido de deslealtad institucional y brotes de irresponsabilidad ciudadana, asoma un invierno largo y duro para el sector turístico. En el momento que redacto este artículo la autoridad sanitaria de Galicia limita a 10 personas los grupos para cualquier actividad o evento social o familiar, aunque quizás, cuando se publique, esta cifra se haya convertido en una quimera.
Obviamente, la medida admite excepciones pero lo cierto es que, en algún momento, esta y otras restricciones impedirán a las empresas prestar los servicios contratados por los usuarios con el consiguiente perjuicio para ambos. Piensen, por ejemplo, en la reserva de una casa rural para celebrar la Navidad junto a familiares no convivientes o la contratación de un viaje combinado a Australia para visitar a un hijo emigrante. ¿Qué ocurre si hemos entregado un anticipo del precio al hacer la reserva? ¿Cuál es la norma aplicable al supuesto y qué alternativas ofrece a las partes?
Todas las respuestas están en el artículo 36 del Real Decreto-ley 11/2020, de 31 de marzo, por el que se adoptan medidas urgentes complementarias en el ámbito social y económico para hacer frente a la covid-19, vigentes durante los estados de alarma, las fases de desescalada o la nueva normalidad y que, en síntesis, establece las siguientes pautas:
1) En primer lugar, el artículo dispone una norma general para los supuestos de contratación de servicios sueltos (alojamiento, restauración, transporte, espectáculos, etc.), cuando medie la entrega previa de una parte del precio: si las medidas decretadas por las autoridades sanitarias impiden la prestación de los servicios, el usuario tendrá derecho a resolver el contrato durante un plazo de 14 días. Sobre la base de la buena fe, el legislador propone un acuerdo entre las partes para preservar sus intereses pero, si no se alcanza, la empresa deberá devolver el dinero anticipado, “salvo los gastos incurridos debidamente desglosados y facilitados al consumidor”, en la misma forma que se realizó el pago y en un plazo máximo de 14 días, aunque el usuario podrá aceptar condiciones distintas para su devolución.
2) En segundo lugar, el precepto dispone una norma especial para los viajes combinados (transporte + alojamiento + restauración + espectáculos, etc., bajo un precio global), cancelados por las restricciones sanitarias: la agencia de viajes podrá ofrecer un bono al cliente con una duración de un año desde el fin de las restricciones y por una cuantía igual al reembolso que pudiera corresponderle. Transcurrido dicho plazo sin disfrutar del bono, el consumidor podrá solicitar el reembolso de cualquier pago realizado que deberá abonarse, a más tardar, en 14 días. Desde el 11 de junio de 2020, tras la modificación del artículo 36, el bono tiene carácter voluntario para el usuario que podrá resolver el contrato y exigir la devolución de las cantidades entregadas como anticipo del viaje.
Estas son las reglas del juego, la imposibilidad de prestar los servicios demanda acuerdos entre las partes o la aceptación de bonos expedidos por las agencias de viajes que, en todo caso, son voluntarios para los clientes. En último término, las empresas deberán devolver el dinero anticipado en concepto de reserva.
Entre tanta incertidumbre y desasosiego, permítanme hacerles una propuesta para combatir la nostalgia de este invierno; lean a Miguel Delibes, celebren el centenario de su nacimiento viajando por cualquiera de sus libros, les garantizo que encontrarán certeza, valor y será reconfortante. Hagamos este pequeño homenaje a un escritor extraordinario que hizo de la sencillez y la naturaleza humana un verdadero magisterio. “Si las palabras no se las dices a alguien no son nada” (Cinco horas con Mario); “Tú se las dijiste a todos”, reza una nota junto a una rosa al pie de su escultura en Valladolid, el día de su inauguración. Delibes describe al hombre como un animal de costumbres; sin embargo, resulta tan duro asumir conductas ajenas a la condición social del ser humano… Ojalá no lleguemos a acostumbrarnos nunca, don Miguel, y la vida vuelva a brillar tanto como su obra.
Joaquín San Martín Zamácola